viernes, 12 de enero de 2024

Back in Mind.

El paso del tiempo teje historias inesperadas, y la vida de Ana y Sherlock no era una excepción. Ana, inmersa en su nuevo cargo en Londres, se vio sorprendida cuando uno de sus pacientes resultó ser el mismo Sherlock Holmes, pero ya no el astuto detective de antaño. La mente de Sherlock, alguna vez afilada y capaz de desentrañar los más complicados enigmas, yacía ahora en las sombras de la desesperación.

Un villano oscuro había jugado con la mente de Sherlock, llevándolo al abismo de la desesperación. Aunque el detective logró atrapar al malhechor, su propia mente quedó marcada irremediablemente. Ana, inicialmente renuente a tratarlo debido a su pasado complicado y a las sombras que los envolvían, exigía una razón para involucrarse en la situación de Sherlock.

Ante la negativa de Ana, Sherlock se retiró sin discutir, sumergiéndose aún más en su propia confusión mental. Las noticias alarmantes sobre el estado del famoso detective no dejaban de sorprender a Ana, quien, a pesar de sus intentos por distanciarse, no podía ignorar el profundo vínculo que los unía.

La situación cambió cuando Sherlock fue internado, y Ana no pudo ignorar la llamada de su deber profesional y personal. Mientras trataba de descifrar el enigma que envolvía la mente de Sherlock, ambos se encontraron nuevamente enfrentados a los sentimientos que nunca habían desaparecido por completo.

A medida que compartían días en el hospital, Ana notaba los síntomas que plagaban la mente de Sherlock: agotamiento mental, olvidos constantes, desorden en su vida cotidiana. Como una hábil detective, Ana resolvió el caso mental de Sherlock: trastorno por déficit de atención, hiperactividad, extremo agotamiento mental y demencia.

Ana no estaba dispuesta a permitir que el hombre al que aún amaba se perdiera completamente en la oscuridad de su propia mente. A pesar de su resistencia inicial, Sherlock no podía negar la realidad que enfrentaba. A lo largo de su tratamiento, ambos compartieron momentos de complicidad, recordando el amor que nunca se desvaneció por completo.

Pasaron juntos los últimos días de Sherlock, enfrentando la inevitable realidad de la vejez. Sus corazones, aunque marcados por el dolor y las sombras del pasado, encontraron consuelo en la compañía mutua. Sin querer admitirlo, Ana había vuelto a enamorarse de Sherlock, y él, a su manera, correspondía a ese amor.

La vida es un juego de enigmas, y la última pieza se colocó cuando uno de ellos se fue, dejando tras de sí una historia de amor y misterio. En la partida de la vida, Ana y Sherlock encontraron un final en el que sus almas, unidas por el tiempo y las vicisitudes, descansaban finalmente en la paz que solo el paso de los años podía proporcionar.




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