martes, 5 de diciembre de 2023

Susurros del Corazón

En el bullicioso Seúl, donde las luces destellan como estrellas en la noche, vivía una joven llamada Yelena. Había nacido en Rusia, pero el destino la había llevado a crecer en Corea del Sur. Yelena enfrentaba el mundo con una discapacidad que la aislaba en su propio silencio: era sordomuda desde su nacimiento.

A lo largo de los años, Yelena había aprendido a leer el lenguaje del cuerpo y a expresarse a través de la escritura. A pesar de su condición, irradiaba una belleza serena que atraía la atención de todos a su alrededor. Entre aquellos que la observaban desde la distancia estaba Nemorino, un apuesto empresario de software que, en su pasado, fue un valiente soldado.

Nemorino, desconociendo la discapacidad de Yelena, se enamoró perdidamente de ella. Pero, la joven, ajena a sus sentimientos, seguía con su vida cotidiana, inmersa en su propio mundo silencioso. Nemorino, interpretando su falta de respuesta como infulas de superioridad, decidió jugar una broma pesada para llamar su atención.

Un día, organizó un elaborado plan. Yelena, desconcertada, se vio envuelta en una situación incómoda y desagradable. Sin embargo, la joven, lejos de sentirse afectada, percibió la falta de conexión y comprensión en los ojos de Nemorino.

Cansado de malentendidos y arrepentido por su imprudencia, Nemorino decidió seguir a Yelena hasta su hogar para descubrir la verdad. Se quedó a distancia, observando cómo ella se comunicaba con gestos y escritos. Fue entonces cuando la impactante realidad se reveló ante sus ojos: Yelena no estaba ignorándolo por arrogancia, simplemente no podía escuchar.

Lleno de vergüenza y remordimiento, Nemorino se propuso enmendar sus errores. Decidió aprender lenguaje de señas para acercarse a Yelena y ayudarla a comunicarse con el mundo que la rodeaba. Cada gesto, cada palabra en señas, se convirtió en un acto de amor y dedicación. Poco a poco, Yelena empezó a notar la transformación en Nemorino.

Los encuentros casuales se convirtieron en momentos compartidos de complicidad y ternura. Nemorino, con paciencia y determinación, derribó las barreras que la sociedad y el silencio habían erigido entre ellos. Juntos, encontraron una forma única de comunicarse, un idioma propio que trascendía las palabras.

Con el tiempo, Yelena y Nemorino construyeron un lazo especial, un amor que floreció en silencio y se expresaba en cada gesto y mirada compartida. A través del aprendizaje y la aceptación, descubrieron que el amor verdadero no conoce barreras y puede encontrar su voz incluso en el más profundo de los silencios.







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